Blogia
fabulman

Bitácora

Ayer descubri...

Anoche vi una película simple y sencilla, pero que abrió y tocó hasta
el fondo de mi ser en muchos aspectos y situaciones que tal vez otras
personas no puedan conseguir en una simple expresión artísitica.
De pronto me sentí como una mujer de más de 40 años que presencia como
su madre se va desgastando poco a poco y su lucha por intentar
mantenerla presente y encontrarla en el túnel de los años, pero como también a
veces nos llenamos de ocupaciones y de excusas para no darnos el chance
de ser felices. Me sentí como un policía que sabe que no puede darle a
su novia todas esas cosas buenas que le gustan y desea y por eso mete
la pata una y otra vez. Pero también sentí lo importante que es el amor
para que todo continúe.
Me sentí como un hombre que ha perdido su fe y busca cada día una
manera de buscar y sentir donde está su Dios, pero también me sentí como
aquella mujer que espera quedar embarazada y se desilusiona una y otra vez
porque no le llega algo que está esperando, sea algo grande o un simple
detalle.
Sentí el dolor de una persona que sufre al haber perdido la oportunidad
de decirle a un ser querido lo que sentía por él antes de que sea
demasiado tarde. Descubrí que hay hijos, que aunque suene raro, aún desean
tener el amor de sus padres, aunque sea en un simple apretón de manos y
de cuan cerca a uno puede haber una historia así.
Me vi como un joven que en busca de la felicidad usa los métodos menos
adecuados y más traumáticos para lograrlo. Y de como algo tan simple
como una llamada puede reparar toda una historia. Tambien como un
desconocido te puede decir algo que puede cambiar tu vida.
Pero también descubrí que cada día es una nueva oportunidad para
empezar, arrepentirse y continuar mejorando por dentro para hacer una mejor
vida.

Cronica de un desprevenido en un evento huge

Casi no podía creerlo. Mi reloj marcaba casi las siete de la noche y estaba a escasos minutos de llegar finalmente al anhelado y pospuesto evento.
Luego de dar unas vueltas por el centro comercial ante la sospecha de que la idiosincracia se impondría y todo empezaría tarde, bajé a las 7.30 al teatro para encontrarme una enorme fila de interesados, tecnológicos y variopintos asistentes.
Dudé al principio pero luego noté un efecto muy a la venezolana: había dos colas, pero una era cinco veces más larga que la otra. Evidentemente fui a la corta casi con la certeza de que no había diferencias entre ambas filas para entrar. No fallé.
Saqué mi invitación, con algo de verguenza por los mensajes pseudo insinuantes que contenía, y la mostré a la joven de la puerta, quien ante la avalancha de impacientes visitantes tan sólo pedía “una tarjetica” que nos convertiría en los felices postulantes a los premios de la noche. Pero ante la ausencia de mis tarjetas, me decidí por la segunda opción: “llenar el papelito”.
Lamentablemente no tuve la suerte de conseguirme a ningún otro anfitrión u organizador que me indicara el modus operandi del evento. Me alisté a intentar ubicarme en el sitio y comprender la logística, cuando de pronto permitieron el acceso a la sala y tuve mi primera evocación del Metro de Caracas.
El batallón de ávidos usuarios abandonó el lobby para evitar la pronta y más que evidente falta de asientos. Mientras yo intenté aprovechar el sosiego para apreciar los stands de los patrocinantes, sin saber que mi estrategia no sería la más adecuada (o por lo menos no en esta ocasión).
Luego de mi periplo y cuando escuché una voz dentro de la sala, me apuré para no perder detalle. Al intentar ingresar al recinto, un muy joven caballero explicaba a un grupo de rezagados que el sitio estaba lleno –como si no era evidente—y que más bien había exceso de personas en los laterales por lo que lamentablemente no se podría entrar. La pregunta de por qué había más gente de la capacidad del local se quedó sin responder.
Tras el estupor inicial, el joven fue increpado con una actitud masiva de prelinchamiento que se resolvió al recibir una ágil orden de ingreso a la sala para quienes ya nos veíamos perdiéndonos el “evento del año”.
Los que dispusieron de asientos fueron los pioneros en entrar a la teatral sala, no sin antes haber soportado en el lobby algo de altas temperaturas y exceso de cercanía con el prójimo, cual día de retraso en el Metro.
Una vez adentro y de pie, pude ver la representación dramática de un jefe histérico, una diseñadora que más bien entraba en el estereotipo de la secretaria “mamita” y un fotógrafo luchaba por ser malandro aún en contra su naturaleza. Debo confesar que me reí con la secre, perdón, la diseñadora.
En medio de la improvisada comedia, apareció una inducción a los productos de Adobe y luego una mejor de Macintosh con acento de New Jersey incluído. Aplausos fueron y vinieron hasta la llegada de la rifa, que entre los afortunados ganadores lució a una dama y un caballero que posiblemente podían haber sido escogidos con “la mami” y “el papi” del mes por alguna página web de rumbas. El fashion se impone.
Al concientizarme de la desilusión de irme a casa con las manos vacías –ni tan vacías por los múltiples volantes recolectados-- salí de nuevo al convulsionado lobby donde los ávidos asistentes disfrutaron con vino y pasapalos el cierre del “evento del año”. Nos vemos en el próximo (si no lo suspenden).

Entrevista desde el sanitario

Noche del 18 de agosto. Pasadas ya las siete, me encontraba en el café del Ateneo de Caracas cuando de pronto decidí ir al baño, casi con la puntualidad típica de cualquier mujer justo antes de abandonar un restaurant y alegan querer ir a “retocarse”.
Para no entrar en detalles fisiológicos, puedo decir que me disponía ya a arreglarme y abrocharme el pantalón justo cuando mi teléfono móvil inicia el inefable sonido de llamada entrante.
Atiendo a la brevedad posible sin terminar con el pantalón y una voz de acento extranjero me revela que efectivamente es la llamada para una entrevista telefónica acordada con Kevin Johansen, que para quienes no le conocen es un cantautor que nació en Alaska pero se crió en Argentina y hace musica de fusión.
Pido con rapidez que me comuniquen al artista mientras con celular al hombro y libreta en mano intento infructuosamente abotonarme el pantalón. Al escuchar el “bueno” al otro lado de la bocina detengo mi frustrada labor y procedo, lo más ecuanimente posible, a intentar hilar una entrevista profesional dentro de aquel baño.
Al estar incómodo con celular, bolígrafo y libreta decido tirarme al piso junto a los lavamanos, manteniendo el control de la entrevista como si estuviera en mi oficina cómodamente sentado.
A los pocos minutos, un joven que ni recuerdo irrumpe en el sanitario. No le veo casi pero noto que por su cara pensaría que estaba en un arrebato de locura onanista o inyectándome heroína.
Salgo a la puerta del baño para intentar que los ruidos del visitante no interfieran en mi diálogo. Por suerte mi camisa larga y por fuera impidió que una incauta joven que buscaba el baño de damas pensara que había un sádico suelto con un fetiche telefónico.
Al salir el visitante, vuelvo al baño y sigó conversando acerca de nominaciones al Grammy, giras, etc. Agradezco finalmente a Kevin su tiempo y su disposición y termino la llamada, me arreglo el pantalón, respiro profundo y salgo.
Vale acotar que afuera ya pensaban llamar a los bomberos para verificar si alguien había perdido el conocimiento mientras pujaba o si había algún tipo de bacanal en el sanitario de caballeros.
La entrevista me quedó muy buena.